jueves, 11 de agosto de 2011

Reinventando a "Luchín"

Hay una canción de uno de los grandes de mi país, asesinado por contar la verdad, que me gusta mucho porque habla de un niño de familia campesina que emigró a la ciudad y sufrió los efectos de la explotación en el trabajo
.
Me gustaría reinventar esta historia a mi manera…
Luchín, hijo de campesinos como ya he mencionado, vive hace pocos años en la Tierra. A su corta edad ha tenido que ver y vivir muchas calamidades. 

Sus padres han dedicado su vida a labrar la tierra en el campo pero al surgir las grandes ciudades tuvieron que emigrar a estas porque el trabajo de la tierra ya no era rentable. 
El largo camino a la ciudad le ha demostrado que las cosas han cambiado y que es muy difícil conseguir lo necesario para la subsistencia humana.

Ya en la ciudad el niño se levanta muy temprano pues sus padres han de salir a trabajar de madrugada y el niño ha de suplir sus necesidades prácticamente solo. 
En su mentalidad acorde con su edad juega con los animales, ve las cometas volando en el cielo, quiere tocarlas pero no las alcanza. Tiene una pelota de trapo, que su padre en el poco tiempo libre que le queda y antes de ir a dormir le hizo con gran cariño, pero con el alma cansada.
El niño ansía tener una pelota de verdad, pero como papá y mamá le dicen “las cosas caras cuestan mucho trabajo y si falta dinero para comer, no podremos comprar una pelota de verdad en mucho tiempo”.

Luchín va al colegio, con sus zapatos rotos y con una camisa y pantalones que las vecinas, cuyos hijos ya han crecido, regalaron a su madre. 
En invierno, Luchín corre y juega a las cogidas con sus compañeros y amigos, piensa que así no le temblaran las manos de frío, ya que no tiene abrigo.

Cuando llega a casa se come lo que mamá le deja cocinado por la mañana, antes de ir a trabajar. Luego hace sus deberes y sale a jugar con los animales que merodean por el barrio. La tarde transcurre llena de juegos e imaginaciones. 

Pero él anhela poder estar más tiempo con sus padres, que trabajan doce horas y que llegan a casa muy cansados, explotados por sus capataces. Se pelean a veces porque a pesar del cansancio y sufrimiento el dinero no les da ni para comer.
Miran a su hijo que está en pleno crecimiento y saben que se está mal alimentando. Impotentes por no poder hacer nada se resignan, agachan la cabeza y piensan en el trabajo que han de realizar mañana.

Y la vida sigue, y yo me pregunto si a aquellos que pueden tener lo que desean, que pueden dar a sus hijos lo mejor, no se les remueve el corazón o la consciencia al saber que hay gente, niños, sufriendo por culpa de líderes negligentes que ansían gloria y poder a costa del sufrimiento de las masas.



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